Facultad de Derecho

Coronavirus y cambios en nuestras dinámicas internacionales

Por: Alexandra Castro Franco

 

La forma en que los Estados han enfrentado el Coronavirus nos inspira a reflexionar sobre las tendencias del derecho internacional y las relaciones internacionales en el contexto de la globalización. Nadie podría haber imaginado que enfrentaríamos una situación como la presente, como si fuera una película de ficción, vemos cómo un enemigo invisible ataca a nuestra población.  Los Estados responden, en ocasiones de manera coordinada, en otras de manera aislada. Mientras que esperamos el final de la pesadilla, podemos tratar de analizar algunos elementos de la respuesta dada al Codiv-19, a la luz del derecho internacional.

 

Actores internacionales sí pero siempre el Estado

Durante muchos años hemos sido testigos del surgimiento de actores internacionales, nadie puede negar el creciente papel de las empresas en el derecho internacional y las relaciones interestatales y su influencia en áreas como el cambio climático o, incluso, el de la paz y seguridad internacionales. Hoy, más que un héroe, estamos esperando una compañía, y más precisamente un laboratorio farmacéutico, entre los 35 que trabajan en ello, para encontrar la vacuna contra el coronavirus.  Algunos Estados han tardado en responder al  virus para evitar el impacto que el confinamiento puede tener en la economía y las pérdidas que podrían tener las compañías. Sin embargo, en el contexto actual vemos cómo la autoridad estatal reaparece, no solamente para adoptar las decisiones claves, en consulta con todos los intereses en juego, sino también en otra dimensión que algunos creían ya perdida, como faro para tranquilizar, guiar y dar esperanza a los ciudadanos confundidos y asustados. Al igual que el famoso discurso de Churchill en la Segunda Guerra Mundial, los alemanes escucharon a Angela Merkel darles esperanza, los franceses esperaron los comunicados de prensa del presidente Macron y los españoles lamentaron el discurso suave del rey. ¿Quién hubiera imaginado que, en un contexto global donde accedemos a todo tipo de información en segundos, donde varios actores privados guían la voluntad de individuos y Estados, los ciudadanos buscasen consuelo en sus jefes de Estado?

 

¿Qué lugar para las organizaciones internacionales?

En las tendencias recientes del derecho internacional, parece haber una retirada de los Estados hacia su derecho interno, ya que estos están adoptando cada vez más posturas aisladas que intentan imponer en el marco de sus relaciones bilaterales y el multilateralismo parece ser puesto a prueba.

En contextos como el actual, se plantea la cuestión de si podremos seguir avanzando en esta dirección aislacionista, o si los efectos de esta pandemia nos enrostrarán la necesidad de cooperar conjuntamente frente a la realidad de un mundo interconectado en el que las decisiones de un Estado necesariamente repercuten en los demás. Las opiniones se dividen, para algunos veremos un mundo más cerrado ante el miedo que nos genera tener que sufrir las consecuencias de los actos de otros Estados. Quienes defienden esta posición aseguran que la experiencia del confinamiento hará que los Estados vuelvan a favorecer la producción y el consumo local, limiten la libertad de circulación y establezcan controles sanitarios y epidemiológicos más estrictos. Otros, por el contrario, consideran que la necesidad de cooperación internacional recobrará relevancia, tal y como ha sugerido en los periodos después de las guerras mundiales. En todo caso, por lo que se ha visto hasta el momento,  podemos decir que las Organizaciones Internacionales tienen un rol importante que desempeñar, no solo para organizar una respuesta conjunta sino también para preparar medidas futuras, compartir resultados de investigación, organizar el intercambio de materiales médicos y palear los efectos económicos que acarreará la pandemia. En los últimos días, hemos visto a la Unión Europea preparar medidas para afrontar la recesión y aunque varias voces critican el papel pasivo de las Naciones Unidas en varios campos, la comunidad internacional, en su conjunto, parece estar atenta a las directivas de la OMS, por lo tanto, esperamos que la Cooperación Internacional sea útil para pasar la página del Codiv-19 y que las Organizaciones Internacionales vuelvan a asumir un papel importante en los próximos años.

 

La ilusión del control fronterizo, ¿el fin de la globalización?

La pandemia comenzó en China, el gigante de la globalización, el productor mundial de muchos de los productos que consumimos y cuya escasez nos muestra cómo estamos lejos de poder regresar a una producción local auto sostenible. El virus no tardó en llegar al territorio de todos los países del mundo (185 en la actualidad) a través de viajeros, los mismos que son controlados mediante barreras de entrada, sistemas de seguridad y visas cada vez más restrictivas.

En varias regiones del mundo, fueron los turistas y las personas de negocios quienes llevaron la enfermedad después de su estadía en las áreas afectadas, ya que las autoridades no pudieron evitar el regreso de sus ciudadanos y no quisieron obstaculizar el fructífero mercado del turismo. Los controles que se intentaron resultaron infructuosos, algunas autoridades tardaron demasiado en cerrar sus fronteras y todos los países del mundo terminaron tomando una amarga dosis de globalización.

¿Será que esta realidad nos hará echar para atrás la globalización o, por el contrario, será gracias a la globalización que podremos encontrar una respuesta al mal que nos aqueja a todos? Como todas las medidas que se inspiran del miedo, al salir de esta situación, seguramente se intentarán varias regulaciones a los intercambios comerciales, las prácticas sanitarias, la circulación de personas, el manejo de crisis y las prácticas hospitalarias. Estas regulaciones se intentarán elevar a un nivel global, seguramente, bajo la figura de un tratado y la creación de autoridades centrales que vigilen el cumplimiento de las obligaciones que se deban adoptar en la materia. El temor inspirará otro tipo de medidas y discursos, unos más realizables que otros, lo cierto es que aún cuando queramos emprender ese camino, la desactivación de la globalización tomaría bastante tiempo antes de ser una realidad.

 

Cuestionables controles migratorios

Las solicitudes de visa se detuvieron para los países de la Unión Europea, mientras continúan las expulsiones de extranjeros indocumentados hacia Marruecos, el Congo, Mali, Senegal, Georgia. Estados Unidos ya no quiere recibir solicitudes de asilo, Colombia cierra sus fronteras a los venezolanos, los derechos de los extranjeros son a menudo los primeros en ser limitados en contextos de crisis. Sin embargo, como acabamos de señalar, el Coronavirus no llegó a través de solicitantes de asilo o migrantes ilegales, estas personas son muy vulnerables y la privación de sus derechos puede tener graves consecuencias epidemiológicas en las zonas fronterizas. Regresar a los solicitantes de asilo no previene la propagación de la enfermedad, sino que los obliga a deambular por zonas fronterizas, a tomar otros caminos para llegar a su destino ingresando al territorio por trochas y canales irregulares donde pueden fácilmente adquirir o trasmitir la enfermedad, o permanecer en campamentos insalubres donde los riesgos de propagación son aún mayores.

Expulsarlos en medio de una pandemia puede fácilmente exportar el virus hacia lugares donde no haya cómo afrontarlo o condenar a los migrantes a adquirirla, del mismo modo, prohibir el acceso de los migrantes irregulares a los servicios de salud evita la saturación de los hospitales, pero también obstaculiza la aplicación de medidas preventivas, como posibles vacunas y actividades de detección del virus que, al día de hoy, sabemos son necesarias. Para luchar contra el Codiv-19 de manera responsable y evitar la propagación del virus, los Estados deben cuidar a cualquier persona enferma que se encuentre en su territorio o en las zonas fronterizas, incluidos los migrantes y los solicitantes de asilo, porque frente a la propagación de un virus los Estados no pueden simplemente hacer la vista gorda ante las necesidades de aquellos que no son admitidos en su territorio, porque el virus no se detiene en el puesto de control fronterizo y porque en medio de la pandemia no cesan las condiciones que obligan a las personas a migrar, sino que por el contrario, se hace más necesario buscar ayuda.

 

Después del Codiv-19, ¿tendremos que atraer a los migrantes?

El coronavirus nos cuenta sobre los riesgos del envejecimiento de la población, toda vez que el virus se propaga con rapidez y ataca especialmente a los ancianos o personas inmunosuprimidas. En países como Alemania con 30 millones de personas mayores de 50 años e Italia con 14 millones de personas mayores de 64 años, el peligro es entonces mayor. La situación en los países en vía de desarrollo es diferente porque, aunque la edad promedio de la población es menor, la falta de un tratamiento adecuado podría provocar muchas muertes, la deficiente infraestructura hospitalaria y las dificultades para el diagnóstico pueden hacer que el virus  cobre muchas vidas.  El coronavirus puede conducir no solo a cambios en la composición demográfica de los países más afectados, sino también a cambios en las políticas de migración. Varios países del mundo, incluidos Alemania, Portugal, España y Rusia, necesitan inmigrantes para hacer frente al envejecimiento de su población y satisfacer sus necesidades laborales. Como fue el caso en los periodos de posguerra, cuando la crisis de Coronavirus haya terminado, los migrantes también pueden ser necesarios para reactivar la producción local y satisfacer las nuevas necesidades laborales en los países desarrollados.