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Hans Kelsen y la ciencia política a los 50 años de su fallecimiento

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Por: Víctor Alarcón Olguín*

A lo largo de 2023 se estará conmemorando el 50º aniversario luctuoso del insigne jurista Hans Kelsen, de cuya vasta obra el universo jurídico se ha beneficiado hasta el momento actual. Sin embargo, es muy interesante plantearnos ubicar “otras” lecturas sobre los alcances y utilidad de sus ideas desde perspectivas disciplinarias de estudio ajenas al Derecho, como se pretenderá tratar en esta contribución, misma que tiene como objetivo central reflexionar en torno al papel el pensador austríaco le otorgó a la política como ciencia y actividad social humana.

Como practicante del campo de la reflexión politológica, siempre he considerado que la aportación de Kelsen sin duda haría suponer que se poseen inmediatos referentes conceptuales y prácticos con respecto a la visión y el papel que haya tenido acerca de la política como actividad humana. Desde luego resaltan sus posiciones acerca del Estado (ubicado claramente como la autoridad instituyente del derecho y el orden, así como el medio que permite la aceptación legitima y la aplicabilidad objetiva de las normas más allá de sus consideraciones formales de corte moral o social), así como el estudio de sus formas concretas específicas, expresadas a partir de la distinción entre las democracias y las autocracias en tanto los grandes modelos organizativos enmarcados dentro de las constituciones modernas. Sin embargo, al presente existen escasas reflexiones provenientes desde estos campos analíticos, en específico, las propias relaciones internacionales, la administración pública o la ciencia política.[1]

Sus contribuciones en este sentido son muy claras para valorar los alcances que sus teorías poseen para considerar el paso extensivo que la conformación de los Estados modernos tiene, por cuanto da entrada a la existencia de un orden internacional que debe ser sometido a mecanismos de coexistencia entre dichas instancias, lo cual ofrece el marco de leyes y reglas que sustentan a la presencia de un sistema internacional que parte del reconocimiento soberano y mutuo entre naciones.

En este caso, lo que se puede constatar en el corpus kelseniano es que sus acercamientos a dicho campo de conocimiento reflexivo no fueron muy extensos, aunque no por ello que estén carentes de sentido. Por ello, mi interés se dirigirá a ubicar aquellas obras de Kelsen donde se aborde expresamente los alcances de la política como mecanismo de vinculación y decisiones a ser tomadas entre personas, unas ejerciendo la autoridad, mientras las grandes mayorías se ubican como simples masas observantes de las decisiones tomadas por las instancias del poder. Por ello, la pregunta central a explorar es: ¿cuál es la concepción y alcances que posee la política y su estudio dentro de la obra kelseniana?

Se aduce con frecuencia que la teoría del Estado construida por Kelsen puede ser vista como una nítida transferencia constructiva del orden público e institucional. Desde su primera obra relevante, como lo fue su estudio sobre Dante aparecido en 1905, es posible rastrear en Kelsen su preocupación política más central: la importancia de que las decisiones de poder se sostengan sobre un ejercicio claro de la soberanía, una disyuntiva identificada en el conflicto ya existente dentro de las relaciones entre el Imperio (ámbito terrenal) y el Papado (ámbito espiritual), ante lo cual el florentino se decanta por proponer un modelo monárquico de alcance universal y guiado por la intención de regirse bajo el principio de la paz [2].

El asunto no es menor de ser destacado, porque Kelsen cree en la conciliación y en el valor que las normas y acciones de costumbre convertidas en leyes de naturaleza pública se puede captar en su análisis sobre Dante, una fuente poco socorrida si se le compara con las asociaciones que se hacen con autores más recurrentes en sus trabajos como lo fueron Aristóteles o Platón, así como Hobbes y Kant. Sin embargo, resulta muy significativo remitirse a esta obra primigenia que condensa y ofrece claves importantes para entender que la propuesta de su Teoría del Estado emerge precisamente de una necesidad puntual: orientar y tener un orden social establecido.

De esta manera, Kelsen partiría de una idea muy interesante. El derecho crea las bases que originan un orden inicialmente subjetivo, pero que debe pasar en los hechos hacia la existencia de un paz objetiva y materializada. La política implica incertidumbre, diferencia y valores en conflicto que necesitan ser encauzados precisamente de la misma manera que, a la luz de la lectura de Dante, se necesita asumir un acotamiento y deslinde sobre la rectoría misma de la potestas (fuerza) y la majestas (autoridad) del monarca en los asuntos terrenales, pero sin romper con las reglas teologales del Papado. Cabe vislumbrar entonces que Kelsen, al pensar en su Teoría del Estado, termina incorporando y absorbiendo a la condición misma de la política.

Es muy interesante captar entonces a un autor que refleja con nitidez a los debates epistemológicos asociados con el neokantismo, la fenomenología y el sociologismo Tan lo es que al momento de observar las primeras versiones de obras centrales del corpus kelseniano como su Teoría General del Estado,[3] su Teoría Pura del Derecho[4] u Esencia y Valor de la Democracia,[5] suscritas al fragor de las controversias abiertas por el ascenso de los esquemas fascistas, nazis y totalitarios, Kelsen no dudaría en observar que las teorías e ideologías políticas muchas veces son una suerte de “religiones seculares”, mismas que deben verse como opuestas a la objetividad científica “de lo que es y existe”.

La misión de la Ciencia es describir y demostrar hechos precisamente en una condición libre de prejuicios o valores ético-morales. La premisa de Kelsen es partir (a la manera racionalista formalista de raigambre kantiana y weberiana) de construir y describir realidades existentes, mismas que se sostienen gracias a la ejecución de los sistemas y órdenes debidamente instituidos. Una postura muy distinta a las ciencias del espíritu y las culturales defendidas por pensadores como W. Dilthey, H. Rickert o E. Husserl. Y desde luego opuesta también al econocimismo y el mecanicismo proveniente de las posturas de las expresiones menos democráticas del marxismo.[6]

Por ello, su defensa de la democracia, el parlamentarismo, la división de poderes, la paz y convivencia entre Estados implica también el reconocimiento orgánico de las sociedades y la naturaleza de las cuales parten desde su pluralidad existente, pero sometiéndose al mismo tiempo al estudio riguroso de la ciencia que debe orientar a la propia sociedad hacia la adopción de las formas estatales más pertinentes acorde a la propia naturaleza de las necesidades sociales de manera integral y sistemática..

Por ejemplo, en su poco abordado trabajo Sociedad y Naturaleza aparecido originalmente en 1943,[7] ya en su exilio estadunidense, Kelsen muestra que las sociedades son entes superiores de organización que han podido evolucionar hasta su condición presente, por cuanto logran hacer predominante al principio de la retribución por encima de las pulsiones particularistas. Las necesidades objetivas dan paso a relaciones causa-efecto que sostienen así la conveniencia de la propia sociedad como una suerte de segunda naturaleza y desde la cual nos obligamos a tener un conocimiento puntual de la misma para así ser capaces de crear mecanismos conducentes a reglas, normas e instituciones que permitan acercarnos a un estatuto alejado del psique primitiva, la cual se remite más a emitir explicaciones externas sobre los alcances y límites de la propia condición y capacidad humanas.  

Pero adicionalmente este mismo proceso permite la formación del Estado como realidad jurídica, como concreción sociológica e incluso como síntesis de las condiciones de existencia de la comunidad política. De esta manera, puede considerarse que tenemos en la estructura estatal a un punto de unidad y síntesis significativo, cuyo estudio por ello puede englobarse y apoyarse en los elementos mismos de la Ciencia,  

La política por si misma es un medio y momento de lucha, pero que posteriormente debe dar paso a la estabilidad, al orden y la paz surgidas de la propia armonización de las normas y las leyes que emita la autoridad, surgida ya sea desde las irrupciones revolucionarias o bien desde las contiendas electorales en los tiempos actuales de las democracias modernas, tanto en su momento de legislación como de ejecución. Otros sucedáneos sólo serán evidencia de la conculcación mismas de los derechos, el ejercicio legal y legitimo de la autoridad por parte de la persona depositaria de la soberanía del Estado.

Esta visión negativa de la política contemporánea[8] para Kelsen no tendrá atemperamiento a lo largo de su vida, acaso impulsado por los elementos divisorios y desestructurantes con los cuales lidió durante los años álgidos de la critica a la representación profesional, los esquemas parlamentarios y republicanos que fueron destruidos durante la primera mitad del siglo XX, así como lo que le tocaría experimentar posteriormente hasta su propia muerte en el marco de la llamada Guerra Fría entre los bloques occidental y oriental encabezados por los EUA y la URSS.

De esta manera, con estos todos antecedentes, resulta comprensible por qué Kelsen se mostraría escéptico frente al hecho de la emergencia de una “ciencia” de la política, tal y como aparecería en tanto una suerte de reto “expropiatorio” de las capacidades explicativas que históricamente se han configurado desde la teoría del Estado, en tanto mecanismo comprehensivo y descriptivo de las condiciones instituidas dentro de las sociedades. Kelsen defiende asociar como sinónimos teoría política con teoría del Estado, lo cual connota que la política no se puede concebir o dar fuera de este ámbito institucional-social. [9]  Esto es, señala la idea que valorar y conjeturar sobre cuál debe ser el mejor tipo de Estado resulta distinto de la descripción y explicación de las causas y los efectos de los procesos que sean objeto de estudio en torno a la propia naturaleza del Estado u los actos concretos materializados en su accionar, como puede darse en los conflictos internacionales o en los procesos internos. [10]

Esta postura arriba a su condición más puntual cuando se presenta el debate abierto con el filósofo Eric Voegelin a raíz de la aparición en 1952 de su libro Nueva ciencia de la política,[11] en el cual se hace un acercamiento al gnosticismo como entender cuáles son las bases críticas que desde diversos frentes se han abierto para encarar lo que se consideran las limitaciones del positivismo y el racionalismo tecnológico, para así regresar a una idea de la construcción epistémica de la política apoyándose en la búsqueda de nuevos elementos de revelación y articulación de la esencia humana.

Voegelin postulaba la necesidad de escapar a las consideraciones restrictivas que conciben como ciencia solo ejercer la simple imitación de los métodos experimentales controlados desde las ciencias naturales o las simulaciones o juegos probabilísticos: pero a la vez, Voegelin igualmente rechaza los determinismos teleológicos que hacen entrever la idea de una historia detenida y condenada a repetirse en una monotonía de la repetición de procesos legales o administrativos sin fin, mismos que terminan desconectados de su existencia y experiencia histórica.

De esta manera, desde su perspectiva, la nueva ciencia política debía sostenerse en un esfuerzo de dignificación ética que rompa precisamente con la jaula de hierro de la era positivista y racionalista, apelando entonces a la formación de teorías y conceptos más asociados a la recuperación de los primeros principios, como los que guiaron tanto a los griegos, a los romanos o los primeros cristianos.

Esta obra tuvo una respuesta crítica por parte de Kelsen,[12] misma que hacía entrever el rechazo a la postura de Voegelin con la idea de sostener la importancia de una visión científica racional, libre de valores y misticismos ideológicos. Identifica que la critica hecha por el filósofo alemán es fragmentaria porque ciertamente el retorno de las visiones gnósticas, utópicas o escépticas precisamente son versiones de actitudes que intentan retomar el papel de las religiones, aunque sin las condiciones asociadas de  ofrecer un horizonte tangible a la propia civilización.

De esta manera, Kelsen muestra más bien las condiciones relativistas e inciertas desde las cuales dicha postura no abona en el horizonte de tener conceptos fuertes ni sistemas de pensamiento que puedan distinguir con claridad las condiciones objetivas de las de tipo subjetivo al momento de proceder con el estudio de la propia realidad social. Y proceder de dicha manera restaría representatividad y legitimidad al propio orden con el cual las propias condiciones de la política derivan en la instauración de todo un conjunto de elementos y valores conocidos, los cuales se rigen bajo su acción, como lo es el propio Estado a partir de las formas concretas en que se manifiesta y es avalada por la población. Sin duda, el punto más fuerte de la defensa kelseniana se sostendría en su insistencia de que la obtención de la verdad no puede ser una vuelta a la teología, a una creencia en elementos ajenos y superiores a la propia condición humana.   

Me acerco al cierre de esta reflexión sobre el lugar de la política en la obra de Kelsen no sin antes recuperar las consideraciones que se pueden revisar en el ensayo ´Ciencia y Política´ que se incluye dentro de la recopilación ¿Qué es la Justicia? [13], el cual es el que describe con mayor nitidez la postura existente sobre este asunto.  

En dicho escrito, Kelsen fija con claridad la importancia de la autonomía de la Ciencia frente a la Política por cuanto el ejercicio de la reflexión sobre la misma debe ser siempre libre de valores o limitaciones ideológicas. La Política es el arte de gobernar dirigido a establecer un orden social, junto con las instituciones que se consideren adecuadaspara cumplir con dicho fin. La Ciencia explica, no gobierna. De ahí que hablar de una Ciencia de la Política resulte para Kelsen más bien hablar de la Teoría del Estado, la cual se dirige hacia la discusión y el análisis valorativo de las acciones adoptadas en el marco de reglas existente. Cierto es para Kelsen que la Ciencia se rige por el valor de la verdad, pero este posee como respaldo para su vigencia al propio proceso de la investigación, en tanto métodos y técnicas que nos permiten experimentar y llegar a dicha verdad mediante aproximaciones sucesivas, las cuales permiten un conocimiento objetivo.

La discusión política puede estar acotada por las pasiones y los intereses particulares, e incluso dominada por el empecinamiento de ganar y ejercer el poder por cualquier medio. Esto le muestra con nitidez a Kelsen que los fines de la Ciencia y los de la Política se colocan en planos distintos, y ello es importante esclarecerlo para que en todo caso, la búsqueda de su complementación pueda ocurrir a partir de someter a la naciente politología a los principios de la objetividad libre de valores o prejuicios. En palabras de Kelsen: “Aunque la Ciencia deba separarse de la Política, la Política no debe separarse de la Ciencia”.[14]

Eso finalmente le lleva a Kelsen hacia una conclusión sustantiva, el Derecho a través de la jurisprudencia hace y puede modelar la política, mientras que las decisiones relevantes de la política no podrían ir muy lejos sin la carencia de las normas o de las instituciones del Estado. Ninguna garantía o libertad podrían concretarse como tales. De ahí que la presencia de la Política en la obra kelsesiana sea un horizonte que permanece como una meta a ser solventada a partir de la acción social dirigida desde la realidad objetiva.

Como puede verse, la veta de reflexión kelseniana en torno a la manera con que observaba el desarrollo general de las ciencias sociales y su relación con el Derecho es un asunto al que considero debe prestarse mayor atención de la que se le ha concedido hasta ahora. De ahí la invitación que estas notas dejan aquí para animar a la exploración de este tan interesante tópico.


* Politólogo. Es Profesor-Investigador Titular del Departamento de Sociología en la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa (México).  Contacto: alar@xanum.uam.mx

[1] Una contribución excepcional que se distingue en este propósito son los trabajos de Sara Lagi, en especial su libro: El pensamiento político de Hans Kelsen (1911 – 1920). Los orígenes deDe la esencia y valor de la democracia’, Madrid: Biblioteca Nueva, 2007, 249 pp.

[2] Hans Kelsen [1905]. La Teoría del Estado de Dante Alighieri. Oviedo: KRK Ediciones, 2007, 329 pp.

[3] Hans Kelsen [1925]. Teoría General del Estado. Barcelona: Editorial Labor, 1934, 544 pp

[4] Hans Kelsen [1934]. Teoría Pura del Derecho, Madrid. Editorial Trotta, 2011, 150 pp.

[5] Hans Kelsen [1929]. Esencia y Valor de la Democracia. Oviedo: KRK Ediciones, 2006, 231 pp.

[6] Escapa a la intención de la presente nota revisar a profundidad la postura que Kelsen guardaría en torno al marxismo, el socialismo y las expresiones del llamado bolchevismo soviético.

[7] Hans Kelsen [1943]. Sociedad y Naturaleza. Una investigación sociológica. Buenos Aires: Editorial Depalma, 1945, 634 pp.

[8] Es muy importante hacer énfasis en este aspecto, porque ciertamente se puede resaltar esta ruptura actual entre la ética y la política, como Kelsen lo destaca a partir de su lectura y contraste entre las posturas de Platón y Aristóteles, en donde la existencia de una política moldeada desde las virtudes morales y la defensa del ejercicio de la libertad plena de las comunidades constituidas vendría a ser posteriormente desplazada por la existencia de los preceptos normativos y legales dentro de las sociedades complejas y los Estados modernos, en el marco de la ciudadanía que se debate entre las democracias y las autocracias. Remito al ensayo ‘La Política’ de Aristóteles y la político heleno-macedónica, incluida dentro de La Idea del Derecho Natural y otros ensayos. Buenos Aires: Editorial Losada, 1946, pp.145-191.

[9] Hans Kelsen [1948]. The Political Theory of Bolshevism. Berkeley, University of California Press. Ver pp. 8-9. Se puede consultar su traducción al castellano (La teoría política del bolchevismo. Un análisis crítico), en el volumen Escritos sobre la Democracia y el Socialismo. Madrid: Editorial Debate, 1988. Edición a cargo de Juan Ruiz Manero. Ver pp.161-162.

[10] La idea de la justicia y la paz como objetivos de la acción con responsabilidad generadas desde el derecho internacional puntualmente llevarían a Kelsen a un sin número de iniciativas para dotar de una arquitectura mundial pacífica de largo trazo. Ver Hans Kelsen [1942]. Derecho y Paz en las Relaciones Internacionales. México: FCE, 209 pp. Y también remito a su texto de 1972, La Paz por medio del Derecho. Madrid: Editorial Trotta, 2003, 155 pp.

[11] Eric Voegelin [1952]. Nueva Ciencia de la Política. Madrid: Ediciones Rialp, 1968. 299 pp. Existe una versión más reciente: La Nueva Ciencia de la Política. Una introducción. Buenos Aires: Katz Ediciones, 2006, 234 pp. Voegelin se destaca por haber sido discípulo directo de Kelsen, quien incluso le dirigirá su tesis doctoral, y es por ello que no resulta causal que Kelsen se viese motivado a polemizar con dicho texto.

[12] Se tiene certeza, como lo indica su editor Eckhart Arnold, de que Kelsen redactó ¿Una Nueva Ciencia de la Política? Réplica a Eric Voegelin en 1954. Sin embargo, este trabajo se mantuvo prácticamente inédito hasta el año 2004. La versión en castellano apareció en Argentina bajo el sello de Ediciones Katz, 2006, 300 pp. Sin embargo, se puede identificar que dentro de su también libro no publicado en vida Religión Secular hay elementos que abordan sus opiniones sobre Voegelin, en particular resaltamos el capítulo XIV, intitulado “La política moderna” (pp. 317-331). Hans Kelsen [1964 – redacción / 2012- publicación]. Religión Secular. Madrid: Trotta, 2015, 355 pp.   

[13] Hans Kelsen [1971]. ¿Qué es la Justicia? Barcelona, Planeta Agostini, 1993, 285 pp. El texto de Ciencia y Política abarca las páginas 254-283, teniendo una primera publicación en 1952 dentro de la American Political Science Review.

[14] Kelsen, Op. cit., pp.262..


Para citar: Víctor Alarcón Olguín, “Hans Kelsen y la ciencia política” en Blog Revista Derecho del Estado, 21 de abril de 2023. Disponible en: https://blogrevistaderechoestado.uexternado.edu.co/2023/04/21/hans-kelsen-y-la-ciencia-politica/