Cuatro preguntas sobre populismo y democracia, entrevista a Nadia Urbinati
Por: Roberto A. Cabrera y Rodríguez[1] y Jesús Quintero[2]
Los profesores de la UNAM Roberto A. Cabrera y Jesús Quintero realizaron esta entrevista de cuatro preguntas a la Profesora de la Universidad de Columbia Nadia Urbinati sobre el tema del populismo y democracia. La profesora Urbinati es una de las grandes especialistas en el tema con su libro Me The People: How Populism Transforms Democracy (Harvard University Press, 2019). https://www.hup.harvard.edu/catalog.php?isbn=9780674240889&content=reviews
R: En primer lugar, ¿Cómo debemos entender la democracia de acuerdo a la idea que usted propone sobre la desfiguración de la democracia?
N: Para elaborar este argumento, empecé con una definición básica de la democracia que involucra las interacciones y la distinción entre dos poderes. Uno es aquel que toma las decisiones de manera autoritaria. Por ejemplo, en el caso de las instituciones, o bien, aquello que, técnicamente hablando, llamamos voluntad del soberano. El otro poder —que es informal, no autoritario, importantísimo en la formación del consenso y en su legitimidad, y que está fuera de las instituciones— es comúnmente llamado juicio político o consenso de la gente. La relación entre estos dos poderes es interesante. El segundo poder —el de formación de opinión— en vez de estar en tensión y en diálogo con el otro poder, se ha vuelto tan o incluso más autoritario que el de las instituciones. Esta desfiguración opera de dos posibles maneras: los que dicen que la opinión que expresan los ciudadanos no es suficientemente competente y que, por tanto, las opiniones deberían fundarse en conocimiento técnico, esto es, el desfiguro tecnocrático. O bien, cuando de esa opinión se erige un conjunto de diferentes afirmaciones y un liderazgo fuerte de un representante que es llamado, en efecto, populista. Se da cuando el derecho a votar por los ciudadanos es usado para legitimar el poder constitutivo; a este desfiguro lo llaman plebiscitario.
R: Hoy en día han surgido varios líderes populistas en el mundo, desde Hungría hasta Estados Unidos, desde República Checa hasta Italia. ¿Qué tipo de amenaza implican estos líderes para las democracias constitucionales?
N:La pregunta es interesante. Estos líderes se desarrollan en las democracias. Quiero decir que no son antidemocráticos. Más bien, son una expresión dentro de la formación democrática de líderes que buscan legitimación a través de las elecciones. En este sentido, son democráticos. Sin embargo, usan las elecciones para probar que el verdadero pueblo está ahí y es el único que existe. Es decir, buscan las elecciones para plebiscitar su propia concepción del pueblo. ¿Son peligrosos o representan una amenaza para la democracia? Bueno, mientras estén en el marco institucional, no lo son, técnicamente hablando. La cuestión es cuando tienden a estirar las interpretaciones de los límites de la Constitución. Esto lo hacen para dar más poder a la mayoría electa. Entonces, el riesgo está en transformar estas democracias constitucionales en formas de gobierno de mayoritarismo. Y bueno, donde sea que vayamos, sin importar si es derecha o izquierda, sin importar la ideología que rija el populismo, tienen la misma característica: la de ocupar las instituciones y el Estado, y transformar su poder en el poder supremo de la mayoría de la gente. Y constituirse, desde luego, como los únicos representantes legítimos. Este es el peligro que imponen a la democracia.
R: Muchos de esos líderes alcanzaron el poder debido a los salarios bajos y el control de las élites económicas sobre el sistema. El problema es que estas personas alcanzaron el poder debido a las élites económicas que siguen ahí y la democracia constitucional no pudo cambiar sus reglas y no pudo mejorar el estándar de vida. ¿Podría pensar que este fenómeno dure para siempre?
N: No, claro que no. Nada es para siempre. La cuestión es sobre la paradoja del populismo en el poder, no de los movimientos populistas. Y la paradoja es esta: o se convierten en mayoría como cualquier otra y se adaptan a las instituciones; o bien, no se adaptan y estiran la Constitución al punto de convertirse en formas de dictadura. En América Latina, esto es evidente. En estos días tenemos a Evo Morales. Ha producido adelantos económicos extraordinarios que contribuyen al bienestar de la gente. Eso es claro. Pero puso el dedo sobre la Constitución para cambiarla y para perpetuarse en la presidencia. Aunque cambió su opinión al final, pues dio cabida a nuevas elecciones. Esta es una amenaza que representa un líder que no puede limitarse a sí mismo, sin importar la causa por la cual hace las cosas —porque, déjeme decirle, la causa puede ser muy buena—. El problema estriba en que, cuando este líder adquiere supremacía en nombre de la gente, él se declara en el lado correcto del camión. En este punto, este líder tiene dos alternativas: o se encuentra a sí mismo dentro de la mayoría, como cualquier otro, y así da un paso atrás o afuera cuando deba; o bien, cambia la Constitución para eternizarse en el poder.
R: ¿Por qué los ciudadanos de a pie deberían estar preocupados por estos líderes y cómo proteger nuestras instituciones políticas?
N: La democracia deber ser protegida porque ignoramos cómo vivir libremente si no sabemos expresar nuestra opinión de manera pública. Es un problema de libertad política y garantías individuales en contra de aquellos en el poder. Es bueno siempre estar protegido. Ahora bien, esto no puede funcionar si las instituciones son lideradas por personas que no tienen el sentido del cuidado institucional. Es difícil mantener todo esto en momentos de ansiedad. Verá, la sociedad es muy desigual, muchísimos habitantes viven en condición de pobreza y quizá piensen que siempre es mejor tener un líder que está a favor de su propio bienestar, incluso si tienen que dejar su libertad de lado. Desafortunadamente, en condiciones de angustia económica, la tentación de considerar la libertad como algo menos importante (o a la democracia constitucional como pura formalidad) es una amenaza y un riesgo. Y, desde mi punto de vista, es una rotunda equivocación que la democracia dé la sensación de ser algo intercambiable por el bienestar económico. Esto, creo yo, significaría que la democracia está perdida.
[1] Roberto A. Cabrera y Rodriguez. Licenciado en Derecho por Facultad de Derecho de la UNAM. Maestro en Teoría Política por University College London (UCL). Maestro en Políticas Publicas Globales por New York University (NYU). Ha realizado cursos en varias universidades: European University Institute; the Graduate Institute of International and Development Studies; University of Geneva; University of Leiden y la Universidad de Buenos Aires. Ex-becario IIJ-UNAM/CONACYT. Twitter: @robertoacyr
[2] Jesús Quintero. Licenciado en Ciencias de la Comunicación, con especialidad en Comunicación Política por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la UNAM. Maestro en Literatura Comparada por University College London (UCL). Editor, traductor, ensayista y reseñista. Twitter: @jesus_fiz