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COP26 – De orquesta sinfónica a ensamble de jazz: la nueva forma del liderazgo climático global

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Por: Catalina Vallejo Piedrahíta[1]

Los problemas complejos y globales, como las hambrunas, las pandemias y el cambio climático, presentan un gran desafío de gobernanza para el que el Estado nación no fue diseñado. Ante la falta de un gran Estado mundial que legisle, administre y adjudique responsabilidades para lograr las metas comunes, los expertos en la gestión de problemas transnacionales han señalado los vacíos del liderazgo global propio de nuestro tiempo. Para ello, usan una metáfora musical: la dirección de una orquesta.

La reducción de gases de efecto invernadero en la atmósfera, y la adaptación justa a los efectos adversos del cambio climático, son uno de los mayores problemas de acción colectiva a los que se ha enfrentado la humanidad. Para que los gobiernos trabajen juntos de manera coordinada y logren la transición energética y social requerida, se precisa la contribución armónica de muchos actores públicos y privados. Pero, si no hay un gobierno del mundo que se pueda imponer a los Estados, ¿quién puede dirigir la orquesta?

El objetivo del Acuerdo de París, firmado en 2015 por casi todos los países del mundo, es mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C por encima de los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar el aumento a 1.5 °C, reconociendo que esto reduciría sustancialmente los riesgos e impactos del cambio climático. Esto debe hacerse reduciendo las emisiones lo antes posible, con el fin de, como dice el Acuerdo, “alcanzar un equilibrio entre las emisiones antropógenas por las fuentes y la absorción antropógena por los sumideros en la segunda mitad del siglo, sobre la base de la equidad y en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza.” El Acuerdo también tiene como objetivo aumentar la capacidad de los Estados parte para adaptarse a los impactos adversos del cambio climático y “situar los flujos financieros en un nivel compatible con una trayectoria que conduzca a un desarrollo resiliente al clima y con bajas emisiones de gases de efecto invernadero.”

La arquitectura de las políticas públicas y globales para afrontar la crisis climática está en proceso de cambio. Hemos pasado de un modelo de liderazgo gubernamental jerárquico a uno policéntrico y participativo, lo cual presenta tanto retos como oportunidades.  

De la sinfonía en Kioto al ensamble de jazz parisino  

Tras el fracaso del Protocolo de Kioto, que era, para seguir con la metáfora musical, la partitura escrita para coordinar una estrategia internacional de reducción de los gases de efecto invernadero, en un complejo de la capital francesa a finales del 2015 los delegados de todos los gobiernos —observados de cerca por las organizaciones sociales y líderes indígenas que protestaban afuera— crearon un nuevo instrumento legal. Con él nos propusieron unirnos al caos creativo que es el montaje improvisado de una obra.

Mientras el Protocolo de Kioto estaba basado en un modelo de liderazgo jerárquico y estructurado de arriba hacia abajo, como se dirige una orquesta sinfónica, el nuevo Acuerdo de París promueve un liderazgo basado en aportes múltiples y flexibles de abajo hacia arriba, cuya eficacia dependerá del aporte de talento de los músicos y de una buena coordinación, como fluye una bella sesión improvisada de jazz.

Bajo el nuevo modelo, cada Estado, sin que nadie se lo imponga, decide qué porcentaje de sus emisiones se compromete a reducir y cómo proteger a sus ciudadanos en la adaptación a los cambios ambientales irrefrenables. El nuevo modelo presenta desafíos y oportunidades que se siguen estudiando e identificando.

Armonía o disonancia

Sobre los desafíos del Acuerdo de París sabemos ya varias cosas. Una de ellas es que, a falta de una autoridad que establezca obligaciones basadas en las recomendaciones de la comunidad científica, corremos el riesgo de no lograr limitar el aumento de la temperatura global a 1.5 °C para finales de este siglo, y, en cambio, entrar en los escenarios de aumento entre cuatro y ocho catastróficos grados, como pronostican algunos modelos climáticos.

De hecho, de la suma de promesas hechas por los estados al Acuerdo de París hasta ahora, no resulta la limitación necesaria de temperatura. Nos toca aumentar la ambición en la COP26. Otro desafío es que las partes se pueden retirar del Acuerdo y no hay una autoridad que los pueda obligar a quedarse o a cumplir sus compromisos.

Entre las oportunidades del modelo de ensamble de jazz, se han identificado, entre otras, la mayor valoración de las contribuciones de actores locales, que han desarrollado sus propios sistemas tradicionales de gobierno, muchas veces sostenibles y hasta biocentristas, y prestos a hacer sonar sus instrumentos afinados por el tiempo.

También se reconoce el nuevo rol preponderante de la sociedad civil, que a falta de una autoridad mundial que funja de elegante director, es quien debe exigir mejores políticas públicas y pedirle rendición de cuentas a sus gobiernos. Esta presión ya se está ejerciendo de muchas maneras, que van desde las demandas ante las cortes nacionales—nuevos garantes de la transparencia— hasta la protesta en rechazo a políticas públicas poco ambiciosas y que no siguen las recomendaciones de los científicos del clima.

De espectadores a actores

En este orden de ideas, el nuevo modelo de gobernanza global requiere una sociedad civil no solo activa, sino también informada, educada, creativa, ética y propositiva de nuevas filosofías y tecnologías adecuadas para la transición que hemos emprendido. Los gobiernos populistas buscarán retirarse de los acuerdos puesto que los cambios necesarios tienen altísimos costos políticos en el corto plazo.

Lo cierto es que, en este concierto, los ciudadanos ya no somos meros espectadores llamados a observar con esperanza o frustración lo que hacen quienes tienen los instrumentos, sino que tenemos que actuar juntos, ejercer presión, organizarnos, cultivar nuestros talentos y aportar desde el lugar que ocupamos en el mundo, sea este la educación, el desarrollo científico, la actividad industrial, el desarrollo científico, la prestación de servicios públicos o privados, la reflexión teórica, la producción de alimentos, la cultura, la agricultura, la organización social, el arte, o tantos otros.

Ya se empieza a dar entre los gobiernos del mundo una suerte de competencia por las mejores promesas de mitigación y adaptación al cambio en la COP26 en Glasgow. Qué bueno que los Estados busquen mejorar su compromiso con la transición energética y social. Pero el logro de esa melodía que sería la transformación de las diversas crisis globales que en este momento se entrecruzan, una de ellas el cambio climático, dependerá de la creación solidaria y colectiva, de dar lo mejor de cada uno para un fin común, no del brillo individual. Y esto debemos hacerlo sin un gran líder internacional que nos mande. ¿Podremos hacerlo?


Docente investigadora de la Universidad Autónoma Latinoamericana-UNAULA e investigadora posdoctoral de la Universidad de Bergen. https://www.uib.no/en/persons/Catalina.Vallejo.Piedrah%C3%ADta


Para citar: Catalina Vallejo Piedrahíta, “COP26 – De orquesta sinfónica a ensamble de jazz: la nueva forma del liderazgo climático global”, en Blog Revista Derecho del Estado, 05 de noviembre de 2021. Disponible en: https://blogrevistaderechoestado.uexternado.edu.co/2021/11/05/cop26-de-orquesta-sinfonica-a-ensamble-de-jazz-la-nueva-forma-del-liderazgo-climatico-global/