Los retos del derecho ante el avance de los autoritarismos en el mundo.
Comentario al artículo
Groppi, Tania. 2024.
Del constitucionalismo global a los nuevos autoritarismos. Desafíos para el derecho comparado.
Revista Derecho del Estado. 58 (enero-abril de 2024), 5-27.
Por: Carlos Alberto Vergara Hernández[1]
Desde hace poco más de una década algunas autorías anunciaban que el fascismo estaba de vuelta en el mundo.[2] Con poca atención en aquellas ideas, cada vez fueron más quienes lo sentenciaron, a pesar de la resistencia de aceptar que en efecto, estaba a las puertas su regreso.
Según Rob Riemen, el primer paso para identificarlo es llamarlo por su nombre, saliendo del binario “izquierda y derecha” o del término populista, usado, según él, para referirse a quien no encaja en esa clasificación.[3]
Aunque con ejemplos anteriores en Hungría y Polonia, el caso de Trump en Estados Unidos prendió las alarmas en el mundo de los riesgos que implicaba un discurso discriminatorio, sumamente conservador y con tintes fascistas. A pesar de ello, su primer período transcurrió sin mayor alarma, a pesar de demostrarle al mundo que se podía llegar al poder desdeñando los derechos de todas las personas.
En 2019 ganó las elecciones de Brasil Jair Bolsonaro, y Nayib Bukele en el Salvador; en 2022 Giorgia Meloni se convirtió en Primera Ministra de Italia; en 2023 Javier Milei se convirtió en presidente de Argentina y en 2025 Trump regresó como presidente de Estados Unidos, envuelto en un discurso mucho más agresivo que terminó por demostrar que la extrema derecha se había reconfigurado en el mundo.
A la par, la extrema derecha avanza en otros países como Francia, España, y Alemania, incrementando cada año su representación parlamentaria y acercándose cada vez más a la posibilidad de encabezar gobiernos.
Dentro de esta problemática destaca la dificultad para identificar que ideas radicales pertenecen a la ideología fascista. Sin embargo, conviene citar a Ximena Quintero Veloz, que analiza como los movimientos “neoconservadores” se han configurado de forma heterogénea, pero superando algunas diferencias ideológicas para preservar algunas luchas esenciales.[4] Manuel Sánchez Moreno identifica algunas que Umberto Eco describió como propias del “fascismo eterno”:
El cual tiende a dar primacía a la tradición sacralizando el ejercicio político que desarrollan, algo que conlleva el rechazo del modernismo, la Ilustración y la razón. En esta postura, se considera que las manifestaciones culturales y la libertad de pensamiento pueden resultar sospechosas e incómodas, y acusando todo pensamiento crítico como disidencia o traición. En esta misma línea, no se oculta el miedo a la diferencia resaltando las fobias hacia la etnia, la inmigración o la diversidad afectivo-sexual, consideradas “inservibles” para la construcción de la patria y el nacionalismo excluyente propuesto, lo que les posibilita tener una postura bélica, antipacifista contra los enemigos de la patria y un discurso heroico, de culto al sacrificio y que alude a la “masa” de las clases medias frustradas, pero que no cuenta con ellas, ya que mantienen posturas elitistas; todo esto con formas populistas, de léxico pobre y sin razonamiento que contraviene el diálogo parlamentario.[5]
Entre las características que se suelen encontrar en este tipo de ideologías está el nacionalismo extremo, el cierre a relaciones comerciales o internacionales y la negación del derecho internacional para darle prevalencia a disposiciones internas. De hecho, este es uno de los puntos de partida del artículo a comentar que desarrolla Tania Groppi en el fenómeno que denomina “renacionalización del derecho constitucional”.[6]
El avance de las ideas fascistas se abrió paso de manera discreta, sobre todo mediante lo que Ximena Quintero llama “Tecnocratización del discurso”[7], y como dice Pablo Stefanoni, porque se presentó como una alternativa a lo que las nuevas generaciones ven como el mainstream del discurso liberal de derechos humanos.[8]
Tal como señala Groppi, estos procesos de autoritarismo se han presentado gradualmente. A diferencia de los procesos fascistas del siglo XX, que llegaron en su mayoría mediante algún golpe de Estado o proceso armado, los del siglo XXI se han dado en las urnas, siendo más preocupante, pues representan una legitimidad social del discurso antiderechos. Es decir, los liderazgos fascistas de hoy han llegado con el apoyo de una base electoral muy sólida mediante procesos democráticos.
Tal como señala Hanna Arendt el fascismo “no opera sin la guía de la ley ni es arbitrario, ya que afirma que obedece estrictamente a aquellas leyes de la Naturaleza o de la Historia de las que supuestamente proceden todas las leyes positivas.”[9] Estos argumentos han sido repetidos entre quienes encabezan los nuevos procesos y señalan como enemigos a vencer al islam, las disidencias sexo genéricas, personas migrantes etc.
Como señala Groppi, los noventa y poco después, fueron una época dorada en la que el derecho constitucional pareció eliminar todo rastro de norma discriminatoria, lo que sin duda generó un sentimiento de falsa seguridad respecto a los discursos anti derechos que jamás se fueron, sino que se disfrazaron.
Por ello, los nuevos autoritarismos, tal como lo señala la autora, han usado el aparato jurídico del Estado para implantarse, ya sea desde las ideas fascistas, desde la extrema derecha o desde el populismo autodenominado de izquierda. En México, por ejemplo, se han dado una serie de reformas regresivas que ponen en grave riesgo los derechos humanos, negando la posibilidad de incorporar perspectivas provenientes del derecho internacional de los derechos humanos (como la de supremacía constitucional) y que entran dentro del proceso señalado por Groppi, sobre todo porque cumplen con la característica que describe:
Tomados uno por uno, no parecen peligrosos, pero considerados en su conjunto ponen en crisis los elementos estructurales de la democracia constitucional, lo cual resulta en ataques a la independencia del poder judicial, en el “captura” de los tribunales constitucionales y órganos independientes por mayorías políticas, en el control de los medios de comunicación, en la limitación de la libertad de enseñanza y asociación, y en la reducción de la autonomía local, entre otros.[10]
Después de la Segunda Guerra Mundial “La naturaleza humana se había revelado en sus más bajos aspectos, y no cabía certidumbre alguna de que jamás se produjera otra actuación todavía más mortífera”[11], lo que sumió a occidente en una profunda reflexión sobre los límites que debían imponerse a los Estados y que impidieran repetir los resultados del fascismo. Aun así, las diferentes guerras por la hegemonía mundial entre oriente y occidente, y los procesos dictatoriales en Latinoamérica retardaron aún más legislaciones que garantizaran un ejercicio efectivo de los derechos humanos.
En este contexto, la debilidad de los sistemas democráticos y de las legislaciones que prohibían la difusión de contenidos discriminatorios, provocaron que el rediseño constitucional de los Estados fuera usado desde lógicas populistas para renovar los regímenes autoritarios.
Ante los campos de concentración de Meloni en Albania; las deportaciones masivas de Trump en Estados Unidos; el hacinamiento de personas privadas de la libertad en El Salvador; el genocidio de Israel contra Palestina; o las persecuciones a personas LGBTTIQ+ en Rusia y Hungría, el derecho ha sido insuficiente. No solo los diseños constitucionales de esos países fueron incapaces de frenar el avance del autoritarismo, sino que el mismo derecho internacional permaneció en completa incapacidad de actuar.
No solo fue imposible cumplimentar las órdenes de detención contra Netanyahu y Putin, sino que Trump anunció sanciones contra la Corte Penal Internacional por haber aceptado la causa contra el Primer Ministro de Israel tras sus crímenes de guerra en Gaza.[12] Incluso, dentro del propio sistema democrático estadunidense, que se ha jactado de su inquebrantabilidad por siglos, Trump y Elon Musk, al puro estilo de López Obrador, proponen la destitución de los jueces que contrarresten las acciones inconstitucionales del actual gobierno.[13]
Groppi propone una serie de medidas que pudieran ayudar a frenar el avance de los procesos autoritarios en el mundo, sin embargo, las considero insuficientes. Las instituciones y los procesos jurídicos dependen indudablemente del contexto social. En este sentido, no debe perderse de vista que estas personas han accedido al poder por representar la ideología de la mayoría electoral. Por tanto, no hay un proceso de arribo de gobiernos autoritarios con ideas fascistas, hay un proceso de florecimiento del fascismo en la población mundial que ha impulsado a gobiernos que respondan a sus ideologías, por totalitarias que sean.
Ante ello, no queda más que seguir repensando la democracia, eliminando por completo la idea que permite a las mayorías crear normas que den prevalencia a la forma sobre el fondo. Ferrajoli, incluso advierte la posibilidad de que un proceso democrático elimine la democracia:
No son hipótesis de escuela: se trata de las terribles experiencias del nazismo y del fascismo del siglo pasado, que conquistaron el poder por medio de formas democráticas y luego lo entregaron “democráticamente” a un jefe que suprimió la democracia. Si esto es verdadero, el rasgo formal y procedimental de la decisión por mayoría no es suficiente. Para que un sistema sea democrático se requiere al menos que a la mayoría le sea sustraído el poder de suprimir el poder de la mayoría.[14]
Por eso es fundamental entender que sin democracia sustancial no habrá democracia, aún con elecciones e instituciones emanadas de la masa informe del pueblo.
Antes que Ferrajoli, Radbruch, víctima del Nazismo, ya había sentado las bases de lo que después Alexy acuñaría como la “fórmula Radbruch”: “La injusticia extrema no es derecho”[15]; ni aunque lo decida la mayoría, añadiría yo. Sin un rediseño institucional en el mundo que apueste por la salvaguarda de los derechos humanos, el fascismo regresará plenamente sin mayores contratiempos.
Groppi muestra una preocupación legítima por la insuficiencia del constitucionalismo posterior a la Segunda Guerra Mundial, para evitar el florecimiento de nuevos autoritarismos, sin embargo, desde su publicación hasta febrero de 2025, las cosas han cambiado de manera importante. El arribo de Trump a la presidencia, sobre todo de la mano de Elon Musk, permitió que los gobiernos previamente constituidos en el mundo, se sintieran en total libertad para mostrar su cara más radical.
[1] Licenciatura y maestría en Derecho en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México. Profesor en la misma Facultad de las asignaturas Control de Convencionalidad y Jurisprudencia y Filosofía del Derecho. Se ha desempeñado como abogado postulante; en la administración pública federal; como asesor político y como activista de Derechos Humanos.
[2] Por ejemplo, RIEMEN, Rob. O eterno retorno do fascismo, Brasil, Bizâncio, 2012; STEFANONI, Pablo, ¿La rebeldía se volvió de derecha?, México, Siglo XXI, 2022.
[3] RIEMEN, Rob. Para combatir esta era: Consideraciones urgentes sobre el fascismo y el humanismo, México, Taurus, P. 14
[4] Quintero Veloz, Ximena. 2024. Narrativas antiderechos en los debates parlamentarios sobre la despenalización del aborto en México y Argentina. Revista Debate Feminista. Año. 34, Vol. 18. P.p. 5-6.
[5] Sánchez-Moreno, Manuel. 2023. La pervivencia histórica del fascismo. Reflexiones desde la memoria democrática europea. Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales. Vo. 68., No. 248.
[6] Groppi, Tania. 2024. Del constitucionalismo global a los nuevos autoritarismos. Desafíos para el derecho comparado. Revista Derecho del Estado. 58 (enero-abril de 2024), p. 16.
[7] Quintero Veloz, Ximena. 2024. Narrativas antiderechos en los debates parlamentarios sobre la despenalización del aborto en México y Argentina., op. cit. p. 11.
[8] STEFANONI, Pablo, ¿La rebeldía se volvió de derecha?, México, Siglo XXI, 2022.
[9] Arendt, Hannah. Los orígenes del totalitarismo, 2004, México, Taurus, p. 37.
[10] Groppi, Tania. 2024. Del constitucionalismo global a los nuevos autoritarismos. Desafíos para el derecho comparado. p. 13.
[11] LAQUEUR, Walter. Europa después de Hitler. 1974, México, Grijalbo, p. 276.
[12] Redacción. Trump firma una orden que impone sanciones a la Corte Penal Internacional por las investigaciones a Israel, Euro News, [en línea] https://es.euronews.com/2025/02/07/trump-firma-una-orden-que-impone-sanciones-a-la-corte-penal-internacional-por-las-investig.
[13] Redacción. Trump acusa a jueces de estar politizados, El economista, [en línea]
https://www.eleconomista.com.mx/internacionales/trump-acusa-jueces-politizados-20250211-745991.html.
[14] FERRAJOLI, Luigi y Michelangelo Bovero. Teoría de la Democracia: Dos perspectivas comparadas. 2020, México, INE, P. 17
[15] VIGO, Rodolfo Luis. (coord.). La injusticia extrema no es derecho: De Radbruch a Alexy, 2008, México, Fontamara.
Para citar: Carlos Alberto Vergara Hernández, “Los retos del derecho ante el avance de los autoritarismos en el mundo.” en Blog Revista Derecho del Estado, 07 de abril de 2025. Disponible en: https://blogrevistaderechoestado.uexternado.edu.co/2025/04/07/los-retos-del-derecho-ante-el-avance-de-los-autoritarismos-en-el-mundo/