‘Tokyo Trial’. Una mirada hacia la justicia impuesta.
Por: Randy G. Pérez S. [1]
Tokyo Trial es una serie judicial lanzada en el año 2016 por la plataforma de Netflix, en la que se muestra cómo once jueces provenientes de los países aliados decidieron el destino de unos veinticinco jefes militares, políticos y funcionarios japoneses acusados de haber cometido u ordenado crímenes de guerra en un inquietante juicio internacional. A partir de las vivencias del juez holandés Bert V.A. Röling, la serie narra los tensos debates y dilemas que los jueces del Tribunal Penal Militar para el Lejano Oriente tuvieron que saldar para llegar a una decisión final.
El primer debate que se originó en el Tribunal, y que permeó buena parte de la discusión, giró en torno a la idea de si los acusados podrían realmente ser condenados por (i) crímenes contra la paz; (ii) crímenes de guerra convencionales; y (iii) crímenes contra la humanidad. Para el juez británico William D. Patrick, el Tribunal de Tokio debía investigar, juzgar y sancionar a los líderes políticos y militares japoneses, en los mismos términos que el Tribunal de Núremberg lo había hecho contra los líderes de la Alemania nazi. De no ser así, dichos juicios perderían toda la validez jurídica y política que la comunidad internacional les había otorgado.
Para el juez indio Radhabinod Pal, aquellos líderes japoneses no debían ser condenados por crímenes que hasta entonces no habían sido consagrados por el derecho nacional e internacional. En un principio, esta tesis caló en buena parte de los jueces. Sin embargo, para los funcionarios judiciales que provenían de Rusia, Estados Unidos, Reino Unido y Francia, tal criterio debía ser derrotado, por lo que, iniciaron todo tipo de estrategias para impedir que el Tribunal adoptara esta decisión.
La estrategia que logró “poner en cintura” a aquellos jueces, estuvo relacionada con filtrarles información a los representantes diplomáticos de los países aliados, respecto a la posición que habían asumido precisamente sobre el caso. Desde luego, esta filtración tenía un propósito común: obligar a los jueces a modificar su postura, conforme a los intereses políticos de sus propias naciones, a cambio de permanecer en el cargo.
A partir de allí, el argumento de prácticamente todos los funcionarios judiciales era que Japón había suscrito un acuerdo de rendición y de sometimiento a la jurisdicción de dicho Tribunal Penal Militar. Por ende, todos sus militares y/o líderes políticos acusados podían ser juzgados y condenados conforme a las normas legales vigentes, sin importar si al momento de la comisión de los hechos tales normas no existían.
Así las cosas, bajo un relato lúcido y poco parcializado, Tokyo Trial, pone en entredicho la legalidad del ‘Proceso de Tokio’ en varios sentidos. Por una parte, relata cómo a pesar de que el emperador Hirohito estuvo implicado en varias de las decisiones relacionadas con la política de guerra de Japón, este nunca fue procesado. Según el filme, esto se dio por decisión del general MacArthur, quien decidió eximirlo de toda responsabilidad e incluso utilizarlo en lo que sería la reconstrucción política, económica y social de Japón. Para los EE.UU, de juzgarse al emperador Hirohito la situación del país se volvería incontrolable y los ánimos de revivir la guerra aumentarían.
Por otra parte, la serie muestra que la decisión del imperio japonés de librar una guerra contra los países de China, Corea, Filipinas, Malasia, entre otros, se daba en el marco de un proyecto colonial. De ahí que, buena parte del argumento de la defensa, y que libró una fuerte discusión en el Tribunal, fuera el de no condenar al imperio por pretender colonizar territorios asiáticos, pues el colonialismo siempre fue una herramienta utilizada y justificada por los países aliados para mantener el control sobre sus propias colonias. Luego, ¿por qué juzgar solo a uno y no a todos?
Otro punto para resaltar fue el hecho de que en los juicios de Tokio, como en los de Núremberg, sólo se condenaron los crímenes cometidos por quienes resultaron derrotados militarmente en la guerra. Así, mientras se condenaban a líderes políticos y militares japoneses por ataques indiscriminados contra la población civil, los jueces y fiscales del Tribunal guardaban absoluto silencio sobre los hechos cometidos por los Estados Unidos en los territorios de Hiroshima y Nagasaki, en la que militares estadounidenses lanzaron bombas atómicas contra la población civil. Incluso, se estima que unos 66.000 pobladores de Hiroshima fallecieron durante la detonación, y unas 69.000 personas resultaron heridas.
En síntesis, Tokyo Trial nos sirve para comprender que el proceso de Japón se enmarcó en una transición altamente punitiva, bajo un modelo de justicia impuesta. En otras palabras, se creó un tribunal ad hoc para juzgar y condenar a los máximos responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad, como los conocemos hoy en día. Sin embargo, en dicho caso, los acusados fueron única y exclusivamente los combatientes vencidos.
Esta forma particular de transición, en vez de ayudar a la reconstrucción del tejido social y permitir el establecimiento de una paz estable y duradera en los territorios, lo que hace es calmar por cierto periodo de tiempo los ánimos de frustración y venganza e ignorar buena parte de la población víctima del conflicto. Adicionalmente, dicha fórmula da origen a un sistema judicial parcializado y poco independiente que en ocasiones solo sirve de instrumento para impulsar las agendas y/o los proyectos políticos de quienes son vencedores, aumentando con ello, la represión sobre quienes no comparten esos mismos intereses.
Finalmente, condenar solo los crímenes cometidos por la parte derrotada del conflicto, crea la idea de que para no terminar siendo procesados se debe ganar, y ganar a toda costa, ya que parece ser la única forma de librarse de toda responsabilidad. Por eso, la frase que en su momento se pronunció: “los Estados Unidos deberán olvidar Pearl Harbor y nosotros, los japoneses, olvidaremos Hiroshima y Nagasaki”, aunque parezca esperanzadora, podría tomarse con cierto tinte de sarcasmo que encubre fuertes sentimientos de derrota y venganza.
[1] Abogado, Especialista(c) en Justicia, Víctimas y Construcción de Paz de la Universidad Nacional de Colombia.